En el albor de las Tierras Desconocidas, el puerto se erigía como uno de los epicentros principales de comercio y negocio, crucial para ambos clanes: Tierras Sagradas y el Imperio del Lag. Este bullicioso puerto, rebosante de vida y actividad, representaba una encrucijada de culturas y economías. Barcos llegaban de todos los rincones, cargados de bienes preciosos y exóticos, mientras los comerciantes se congregaban en sus muelles para intercambiar productos y noticias. Sin embargo, la vitalidad del puerto también lo convertía en un lugar peligroso, hogar de muchas batallas a muerte. La competencia por el control y los recursos generaba frecuentes conflictos que dejaban a su paso un rastro de muerte y desolación.
Las constantes luchas y derramamientos de sangre en el puerto no solo desgastaban a sus habitantes, sino que también dejaban una marca indeleble en el lugar. Las almas de los comerciantes y guerreros que caían en combate quedaban atrapadas en la costa, incapaces de encontrar la paz. Este fenómeno desconcertaba tanto a Tierras Sagradas como al Imperio del Lag, quienes empezaron a considerar al puerto como un lugar maldito. La presencia constante de almas errantes transformaba el puerto en un sitio aún más tétrico y peligroso.
Sigtryggr, uno de los fundadores y hechicero poderoso de Tierras Sagradas, se sintió particularmente afectado por este fenómeno. Decidido a descubrir la causa de la maldición y liberar las almas atrapadas, emprendió un arduo viaje hacia el puerto. Con sus habilidades mágicas, comenzó a analizar la zona y pronto descubrió la fuente del mal. Sigtryggr desentrañó que Gaia, en su resentimiento hacia las creencias de Tierras Sagradas, había lanzado una poderosa maldición sobre el puerto. Esta maldición condenaba las almas de aquellos que caían allí, especialmente los que seguían a Binomo, a permanecer atrapadas, incapaces de encontrar el descanso eterno.
Determinado a contrarrestar la maldición, Sigtryggr invocó sus poderes más profundos y comenzó un ritual para purificar el puerto. Sin embargo, al intentar deshacer la maldición de Gaia, se encontró transportado al plano astral, un reino etéreo donde las almas errantes vagaban sin descanso. En este plano, las almas de los comerciantes y guerreros caídos se manifestaban como sombras de su antiguo ser, aún luchando desesperadamente por su libertad.
Sigtryggr no estaba solo en este plano. Una presencia imponente y poderosa se alzaba ante él: una representación de Gaia, vigilante y feroz, decidida a mantener su maldición intacta. Gaia, envuelta en un resplandor sombrío, desafiaba a Sigtryggr con una voz que resonaba como el trueno. “¿Crees que puedes deshacer mi voluntad, mortal? Este lugar está condenado por la corrupción de tus creencias.” Sin inmutarse, Sigtryggr aceptó el desafío, preparado para enfrentar la encarnación de la diosa en una batalla épica.
El combate comenzó con una furia indescriptible. Gaia desató un torrente de energía pura, lanzando rayos y ráfagas de viento contra Sigtryggr. Este, a su vez, usó sus poderes para crear barreras de protección y contraatacar con hechizos de fuego y hielo. El plano astral vibraba con cada choque de sus poderes, iluminando el espacio etéreo con destellos de luz y sombras. Gaia, con su poder abrumador, parecía tener la ventaja, pero Sigtryggr no se rendía. Inspirado por las almas atrapadas, redobló sus esfuerzos, lanzando hechizos más potentes y defensas más robustas.
El combate se intensificó, con ambos adversarios dando lo mejor de sí. Gaia, furiosa, invocó a las propias almas atrapadas, usándolas como armas contra Sigtryggr. Las sombras de los caídos se lanzaban contra él, pero en lugar de sucumbir, Sigtryggr encontró una manera de comunicarse con ellas, recordándoles su verdadera naturaleza y su deseo de libertad. Les recordó de su vida, su devoción por Binomo, su poder, y su estatus mítico en el clan de Tierras Sagradas, que peleando con Sigtryggr, están haciéndoles un deshonor al dios Binomo. Que para dejar de pelear por su libertad, tienen que ayudarlo a derrotar a Gaia.
Poco a poco, las almas comenzaron a resistirse a Gaia, debilitando su control y dándole a Sigtryggr la oportunidad de contraatacar con mayor fuerza.
En el clímax de la batalla, Sigtryggr, canalizando el poder colectivo de las almas liberadas, lanzó un hechizo final, una explosión de energía luminosa que atravesó las defensas de Gaia. La diosa, debilitada y sorprendida, fue envuelta por la luz, su figura desvaneciéndose mientras gritaba en agonía. Con su derrota, la maldición que había lanzado sobre el puerto se rompió, y las almas atrapadas fueron finalmente liberadas, elevándose hacia el descanso eterno.
Regresando al plano terrenal, Sigtryggr encontró el puerto transformado. Sin la maldición, la atmósfera sombría y opresiva había desaparecido, reemplazada por una sensación de paz y solemnidad. En honor a los espíritus liberados y a la batalla que había librado, Sigtryggr renombró el puerto como la Costa de las Almas. Este lugar, anteriormente temido y maldito, se convirtió en un sitio místico y reverenciado, recordatorio de la lucha por la libertad y el poder de la magia y la voluntad.