En tiempos ancestrales, las Tierras Desconocidas eran testigos de una cruenta contienda que dividía dos reinos poderosos: las Tierras Sagradas y el Imperio del Lag. Estos territorios estaban unidos en una cruda y eterna batalla marcada por diferencias religiosas y el deseo ardiente de conquistar las tierras enemigas.
El Imperio del Lag se regía por las enseñanzas del Zocranismo, una fe arraigada en el culto a la diosa Gaia, consideradola la administradora suprema de toda vida y territorio. Por otro lado, las Tierras Sagradas veneraban al benevolente y poderoso dios Binomo, siguiendo las enseñanzas del Binomismo, una creencia que resaltaba la bondad divina.
La lucha por la supremacía religiosa y territorial llevó a la conocida "Guerra de la Separación Binomista", un conflicto devastador que cobró la vida de muchos inocentes y sumió a ambas naciones en un ciclo interminable de dolor y sufrimiento. Esta desdichada situación llevó al mismísimo dios Binomo a manifestarse en forma física por primera y última vez.
En la culminación de la "Guerra de la Separación Binomista", cuando la tierra tembló y los cielos se oscurecieron, una presencia mística y colosal se manifestó en las Tierras Desconocidas. Los cielos parecían estremecerse ante la llegada de Binomo, un ser titánico cuyo poder y presencia eran abrumadores.
Binomo emergió de entre los resplandores de una luz iridiscente, su figura titilante y poderosa llenaba el horizonte. Su esencia divina envolvía la tierra, y su aura irradiaba un fulgor místico que dejaba a los mortales estupefactos. Sus ojos centelleaban como estrellas, reflejando la profundidad del cosmos y la sabiduría de las eras.
El ser gigante de poder místico se alzaba sobre las montañas, su silueta imponente desafiaba las leyes de la realidad. Vestía una armadura celestial, adornada con símbolos arcanos que destellaban con la luz de un conocimiento ancestral. Su voz, resonante como el trueno y suave como la brisa, se dejaba escuchar en cada rincón de las Tierras Desconocidas.
En su presencia, el tiempo parecía detenerse. Un aura de serenidad y poder envolvía cada fibra del reino, infundiendo un sentido de reverencia y temor. Los líderes de las Tierras Sagradas y del Imperio del Lag cayeron de rodillas ante su magnificencia, sintiendo la insondable grandeza y la impredecible voluntad del dios Binomo.
Con un gesto de majestuosa magnitud, Binomo utilizó su imponente fuerza y sabiduría divina para separar las tierras en dos reinos independientes: las Tierras Sagradas y el Imperio del Lag. Alzando sus manos con poder místico, canalizó una energía desconocida, creando una barrera mágica que dividiría las tierras en dos dominios distintos, cada uno destinado a ser el hogar de un reino separado.
El poder de Binomo se manifestó en una exhibición deslumbrante de luz y energía, trazando un límite invisible pero inquebrantable entre las dos facciones. Esta separación fue mucho más que una simple división geográfica; fue una frontera impuesta por la voluntad divina para poner fin a los conflictos y rivalidades que habían ensombrecido las tierras durante tanto tiempo.
El resplandor que emanaba de las manos de Binomo creó un vínculo entre ambos reinos, un recordatorio constante de que, a pesar de su separación física, estaban intrínsecamente conectados por el acto divino del dios Binomo. Esta intervención mística dejó una impronta indeleble en la historia de las Tierras Desconocidas, un testimonio de la magnitud del poder y la influencia de un ser cuya voluntad trascendía los límites del entendimiento humano.
Fue entonces cuando Binomo pronunció palabras que resonaron en los corazones de cada ser presente, palabras que, aunque suaves, reverberaron con el peso de la eternidad. Su advertencia fue clara: la guerra debía detenerse, o la furia divina sería desencadenada, dividiendo las Tierras Desconocidas en un destino incierto y temible.
El ser místico de poder insondable se desvaneció gradualmente, dejando atrás una sensación de asombro y respeto. Las Tierras Desconocidas quedaron marcadas por la visión de Binomo, una aparición que, aunque breve, había dejado una huella imborrable en la memoria colectiva de aquellos que habían presenciado su majestuosa presencia. A partir de ese momento, un temor reverencial rodeó el conflicto, recordándoles a todos que el poder de Binomo trascendía la comprensión humana y que desafiarlo podía llevar a consecuencias inimaginables.
Lord Utared, hábil inventor de las Tierras Sagradas, desarrolló invenciones que continuaron alimentando el conflicto, aunque con menos consecuencias catastróficas. A pesar de ello, el poderoso recordatorio de Binomo resonaba en los corazones de los líderes de ambos reinos. El dios les advirtió que si la guerra volvía a alcanzar niveles desastrosos, su ira divina sería desatada sobre ellos.
Esta advertencia divina mantuvo la guerra en un estado menos desastroso, aunque la animosidad y el deseo de dominación seguían en aumento en las profundidades de cada reino. Los líderes sabían que desafiar la voluntad de Binomo traería consecuencias insondables, por lo que la contienda persistió, aunque atemperada por el miedo a la furia de un dios benevolente, pero cuyo poder era inimaginable.