En el albor de los tiempos, en el centro del vasto y enigmático universo, se encontraba un mundo misterioso. El cosmos, una extensión infinita de oscuridad salpicada por estrellas titilantes y nebulosas resplandecientes, vibraba con una energía antigua y poderosa. Este universo, lleno de promesas y secretos, emanaba una sensación de asombro y reverencia, como si sus confines ocultaran los secretos del propio origen de la existencia.
Este mundo misterioso, alineado perfectamente en el centro del vasto universo, contenía dos mitades claramente definidas. En sus tierras, conocidas como las Tierras Desconocidas, florecía la vida en formas diversas y complejas. Cada mitad del mundo albergaba su propia esencia y misterio, creando un delicado equilibrio entre luz y sombra, orden y caos. Estas tierras, llenas de secretos antiguos y maravillas naturales, eran el hogar de seres cuya existencia reflejaba la dualidad y la magia del cosmos mismo.
El mundo era administrado por Binomo, un ser de poder inmaculable, y sus habitantes lo sabían. Lo veneraban como el guardián supremo del equilibrio y la armonía en sus tierras. Sin embargo, lo que no sabían era que no todos compartían esta veneración. En rincones ocultos y corazones rebeldes, algunos cuestionaban su dominio, desconociendo la verdadera magnitud de su influencia y el peligro de su ignorancia. Esta ignorancia, tejida en el tejido mismo de las Tierras Desconocidas, sembraba las semillas de futuros conflictos y desafíos, creando una tensión silenciosa bajo la aparente serenidad del mundo.
¿Pero cómo se creó este universo? Binomo, ser de gran poder, entendía que su capacidad de crear universos no podía caer en manos erróneas. En el albor de los tiempos, junto a las fuerzas creativas, existían seres como Gaia y Evig. Gaia, la diosa de la naturaleza, y Evig, el demonio de la eternidad, ambos con ansias de moldear el cosmos según sus propios designios.
Binomo, previendo el caos que surgiría si tales poderes se distribuyeran indiscriminadamente, ideó una solución magistral. En su sabiduría, estableció un equilibrio inquebrantable: selló el poder de la creación en artefactos divinos dispersos por el universo, accesibles solo a quienes demostraran virtud y sabiduría. Además, creó guardianes celestiales para vigilar estos artefactos, asegurándose de que solo aquellos dignos pudieran desatar el poder creativo.
Uno de los más poderosos artefactos creados por Binomo para salvaguardar el equilibrio del universo era el Dragón Dorado, una criatura mítica de inmenso poder. Este dragón no era un simple guardián, sino un ser de pura energía celestial, sellado en un antiguo artefacto oculto en las profundidades de las Tierras Desconocidas. Solo aquellos que demostraran valor, sabiduría y pureza de corazón podían desatar su poder. Custodiado por pruebas y enigmas, el Dragón Dorado permanecía en su letargo, aguardando el momento en que los dignos lo despertaran para restaurar el equilibrio y proteger el universo de fuerzas malévolas como Gaia y Evig.
Con esta medida, Binomo evitó que Gaia y Evig, con sus objetivos divergentes, dominaran la creación. Gaia, con su amor por la vida y la naturaleza, y Evig, con su ambición de controlar la eternidad, fueron mantenidos a raya. Así, el universo de Binomo se mantuvo en un delicado equilibrio, protegido de la voracidad de otros dioses, y asegurando que la creación permaneciera en manos justas y prudentes.
Con todo esto, el universo, y principalmente las Tierras Desconocidas, se vieron en el comienzo de un conflicto entre facciones debido a las diferencias religiosas. Al principio, las Tierras Desconocidas estaban habitadas por tribus y pueblos que convivían en relativa paz. Sin embargo, las diferencias en las creencias sobre Binomo y Gaia comenzaron a sembrar discordia.
Los seguidores de Binomo, firmes en su devoción, veían en él al verdadero creador y protector del universo, quien había guardado su creación con artefactos poderosos como el Dragón Dorado. Mientras tanto, algunos comenzaban a cuestionar esta supremacía, atraídos por las promesas de poder y conocimiento ofrecidas por Gaia y Evig.
Estas tensiones se transformaron en pequeños conflictos y desconfianzas, a medida que cada tribu y pueblo defendía su visión del cosmos y su lugar en él. Las alianzas se forjaban y rompían, y lo que alguna vez fue una convivencia pacífica empezó a erosionarse.
Así comienza la historia de las Tierras Desconocidas, un relato marcado por la creciente división entre sus habitantes. La paz frágil que una vez conocieron se veía amenazada por las sombras del conflicto, y cada comunidad sabía que el futuro de su mundo dependía de cómo resolvieran estas diferencias emergentes.